En carne propia!

He comprendido y vivido en carne propia la soledad que vive el enfermo con su enfermedad. Puedes estar muy atendido médicamente hablando, con millones de remedios que te ayudan o que tienes las esperanzas puestas en que te harán bien. Conseguir visita con los especialistas más avanzados y especializados posible. Opiniones, consejos e ideas con las mejores intenciones….
Puedes tener a todos los familiares y amigos posibles a tu alrededor; el marido más solícito, los hijos más atentos, vecinos admirables y amigos entrañables….
Pero en algún momento, muchas veces tarde que temprano, has de mirar cara a cara a tu enfermedad. Llegará ese momento en el que ya nadie se interpone y tú y solo tú puedes ver sus ojos, llamarla por su nombre y decirle: “……., aquí estoy”.
Aquel día comenzó mi mejora, el inicio de mi esperanza. Ya no correría más, no le escaparía al fantasma que en mi cabeza me mataba y destruía.
Se acabaron esperar milagros externos, soluciones mágicas, compañías que truncan vidas, odios, rencores, enfados y hasta enojos con nosotras mismas. 
Hoy, estoy aquí, mirándote de frente y por primera vez, aprendiendo a quererte, a aceptarte, y quizás, mañana a caminar conmigo. Darte lugar para compartir mi vida sin pelearte más. Tal véz…...al final de este proceso…..pueda darte un abrazo de bienvenida a mi vida. Porque entendí que a partir de ese momento caminaremos juntas y todo será hecho por las dos. Aceptándonos; con límites, con dolores, con desánimos, con buenos y malos días, a veces llorando y otras aprendiendo a reír sin culpas. Pero siempre, siempre, mirando en el espejo nuestra mejor versión para honrar la vida.

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